Personajes históricos

Personas que con su carácter y genuino amor al trabajo marcaron para siempre la historia de San Camilo.

Flavio Janer

En la década de los 30, cuando San Camilo era una reconocida panadería del barrio Yungay a puertas de transformarse en una gran empresa, jovencitas de 18 años que venían del campo se bajaban del tren en Estación Central y llegaban a San Camilo en busca de trabajo. Las recibía Flavio Janer, un inmigrante español proveniente de Mallorca que había llegado a trabajar a San Camilo en 1936 con apenas 17 años. Como todos en la panadería, partió de abajo y con los años se convirtió en jefe de personal y en la mano derecha de Antonio Ferrán Sabaté, a la cabeza de la panadería en ese entonces. Llegó a ser jefe de producción e inspector de cuentas. Falleció en 2007.

Los Ferrer Torres

A inicios del siglo XX llegó a Chile José Ferrer, como uno más de los cientos de catalanes jóvenes que escapaban del servicio militar en España. Trabajaba duro en la panadería París, que hizo crecer rápidamente, y fantaseaba con tener su propio negocio, hasta que un día se enteró de que la San Camilo –perteneciente a una familia de apellido Besoaín– se arrendaba. Juntó el dinero, convenció a sus hermanos de venirse a Chile y crearon la sociedad Ferrer Hermanos, que además de San Camilo tenía a su nombre la panadería La Selecta.

Antonio Ferrán Sabaté

De origen Catalán, Antonio llegó a San Camilo por Andrés Ferrer, quien en la década de los 20 viajó a su pueblo natal en Cataluña en busca de algún aventurero que quisiera embarcarse a América y trabajar en San Camilo. Tenía 19 años y dejaba buscaba nuevas oportunidades en un país que parecía prometedor. Comenzó como repartidor y al poco tiempo asumió tareas administrativas. Años después, concertaron un acuerdo en donde Ferrán pasaría a ser parte de la sociedad. Con su liderazgo y perseverancia se transformó en la cabeza de la empresa. Día y noche estaba atento a todos los detalles y ninguna marraqueta se vendía sin antes ser probada por él. Murió en 1994 a los 92 años. Participó en las decisiones de la empresa hasta sus últimos años.

Atif Ustovic, el maestro de la pastelería fina

Como casi todos los trabajadores en San Camilo, Atif Ustovic también era inmigrante. Había llegado a Chile escapando de la Segunda Guerra Mundial y tenía un gran bagaje en pastelería y bollería, que había aprendido en Bosnia, su país de origen. Rápidamente se convirtió en jefe de pastelería y todo su conocimiento técnico y artesanal lo volcó en su trabajo: mejoró los procesos de producción, renovó las recetas de bollería e introdujo nuevos ingredientes como la crema chantilly y las masas de hojaldre.

Remberto Araya, el hombre de los cálculos

Hasta el día de hoy Remberto Araya es recordado en los pasillos de San Camilo como un hombre correctísimo y ordenado que hizo maravillas con los números. Junto a su esposa Stella y su hijo Ulises, quien hasta el día de hoy trabaja con la empresa, llevaban las cuentas de la manera más meticulosa posible, tal como le gustaba a los Ferrán. Cuando su esposa entró a trabajar –también de contadora–, ya tenía el camino allanado y gozaba del mismo respeto y confianza que le tenían a su marido. Juntos lidiaban día a día con el fuerte carácter de Ferrán Sabaté, quien era muy reacio a cualquier cambio y obstinado con los cálculos externos.

La encantadora Yolanda Rivas

Desde Los Ángeles, en el sur de Chile, sin carné, sin contactos y con un taco roto, llegó Yolanda Rivas a Matucana con San Pablo. Tenía 18 años y vagaba por la ciudad como pajarito nuevo. Unos deliciosos brioches en las vitrinas de San Camilo llamaron su atención y aprovechó de preguntar por trabajo. Comenzó a trabajar en el mesón de panadería, atendiendo a los clientes, ordenando los productos y arreglando las vitrinas. Luego pasó a cajera y a principios de los 70 la ascendieron a administradora en el local de Matucana con San Pablo. Ahí estuvo hasta que jubiló en 2005. Decenas de jóvenes aprendieron a vender con Yolanda Rivas y recuerdan con cariño sus consejos. “Mamá Yoli”, la llamaban algunas. Siempre quiso apoyar y acompañar a sus “hijas”, tal como hicieron con ella cuando recién entró a trabajar.