Las fachadas de San Camilo

Para los que vivieron y conocieron el Barrio Yungay, la emblemática San Camilo sigue siendo la misma panadería de siempre, donde la marraqueta y la hallulla mantienen su sabor de antaño. Aunque ya no es el pequeño almacén de antaño, la casa central se emplaza en el mismo lugar y con el mismo nombre de hace 135 años. En esta colección encontrarás las distintas fachadas que ha tenido a lo largo del tiempo.

Desde su fundación en 1884, la Casa Central de San Camilo sigue en la misma construcción esquina de San Pablo con Matucana, junto la histórica farmacia Salomovich, frente al Banco del Estado, y escoltada por un kiosko de diarios que lleva al menos 50 años en ese lugar. Antes ocupaba apenas una parte de esa cuadra. Tenía un salón de ventas, una heladería que daba hacia la calle y un salón de té que rápidamente se convirtió en el lugar de reunión de muchos trabajadores y familias del sector, que pasaban a tomarse un café de grano o un chocolate caliente. En el libro Historia de Santiago, de René León Echaíz, se señala que en 1872 existían en Santiago 10 confiterías y pastelerías. Probablemente una de ellas era la de San Camilo.


“Mi familia vivía en Matucana con San Pablo. Mi abuelo era español y conocía a los dueños de la San Camilo. Él tenía una empresa de carros y les fabricó varios, incluso mi mamá trabajó como vendedora. Eran 14 hermanos y mi abuelo contaba que los llevaba en filita a comprar a la panadería. Vivo en La Serena, pero cada vez que voy a Santiago paso por el salón de té de la Central y a veces me encuentro con alguna de mis tías que siguen yendo. La historia de mi familia está cruzada por la San Camilo. Mis papás y mis abuelos fallecieron, pero los recuerdos siguen vivos”.

Claudia Ávila (52),
cliente frecuente.

“Hace 50 años que conocemos San Camilo. Mi papá fundó la sastrería Dikler, donde ahora trabajamos todos los hermanos, a unas pocas cuadras de San Camilo por San Pablo. Recuerdo que todos los años compraban dos panes de pascua para cada trabajador de la sastrería y que cuando vivíamos en el barrio, con mi mamá íbamos a comprar el pan, mientras mi papá trabajaba. Ahora voy todos los días a almorzar con algunos amigos que trabajan por acá, que tienen o tenían negocios en el barrio. He visto cómo ha sido la rotación de los comerciantes y cómo los más viejos se han ido”.

Jaime Dickler (60),
vecino y comerciante del barrio Yungay.

“Vengo a la San Camilo desde 1971. Me acuerdo que había que hacer fila y como yo tenía una hija de dos meses me hacían pasar antes. Compraba una baguette grande y nos duraba para la once y para el desayuno del otro día. En esos tiempos había que racionar el pan”.
Iris López,
cliente frecuente.